Por mucho que giremos la vista hacia otro lado y sin ánimo de parecer catastrofistas, más bien al contrario, no podemos obviar el hecho de que estamos frente a una nueva crisis energética de consecuencias impredecibles. Ya que los Bancos y las grandes Empresas Energéticas parecen ONGs, nos váis a permitir las licencias de este post.
En él vamos a dibujar un pequeño análisis de la actual situación y además vamos a aportar qué es lo que efectivamente podemos hacer para minimizar los efectos de una situación como la que estamos viviendo, desde nuestra posición de especialistas en instalaciones termosolares.
Aún todavía y después de varias cumbres sobre Medio Ambiente a nivel mundial, los combustibles fósiles (gas natural, carbón y petróleo), son la energía básica de nuestra sociedad industrializada. Los derivados del petróleo aportan el 40 % de toda la energía consumida a nivel mundial, con todo lo que ello conlleva en la producción de gases de efecto invernadero. Podéis echar un ojo al post que subimos en mayo del año pasado, hablando sobre la Huella de Carbono en la Empresa y la liberación de carbono a la atmósfera.
En 1980, el filósofo C. Castoriadis advertía precisamente lo siguiente: “La crisis (energética) sólo es crisis y tiene sentido como tal en relación al modelo actual de sociedad: en ésta sociedad que necesita cada año un 10 % más de energía para seguir funcionando. Lo que significa que la crisis de la energía es, en cierto sentido, la crisis de esta sociedad”. Estas palabras deberían hacernos reflexionar.
Hasta hace unos pocos años (evolutivamente sólo unos segundos), nuestros padres y abuelos, si vivían en Murcia, alguna vez viajaban a Madrid, Barcelona y excepcionalmente Francia o Gran Bretaña, por citar países muy cercanos. Hoy día consideramos una especie de derecho adquirido, poder “atrapar” una oferta de un vuelo interestatal por 40 euros, para un fin de semana (un día y medio realmente), a cualquier ciudad europea. Por no hablar del consumo de fruta fuera de temporada: el hecho de consumir unos melones en invierno que han sido cultivados a miles de kilómetros, sin juzgarlo, conlleva unos costes ambientales que desconocemos.
Paralelamente, el discurso ecologista de Reducir, Reciclar, Reutilizar y Recuperar, que era esgrimido por algunos “hippies” hace unos años, se lo han apropiado los bancos y las grandes empresas energéticas. No olvidemos que, hasta hace bien poco, instalar en España placas solares fotovoltaicas para autoconsumo era ilegal, por la presión que ejercían las empresas energéticas transnacionales sobre el gobierno de ese momento.
CONVERTIR INFORMACIÓN EN CONOCIMIENTO
Las tornas han cambiado mucho y la situación actual ha demostrado lo frágil que son las economías de los países “ricos”, con sus expectativas infinitas. No seremos tan “ricos”, si “un conflicto bélico por allí o un covid por allá”, nos tambalea como lo está haciendo. Es cierto que cada vez dependemos más de la energía para nuestra existencia, como dependía el hombre primitivo del fuego para acondicionar térmicamente sus primitivas estancias. Pero no es menos cierto que el impacto de todo lo que hacemos diariamente, conlleva amenazas demográficas y ecológicas globales, a medio y largo plazo.
Nuestra hambre energética está directamente relacionada y reñida a la vez, con nuestra codicia y nuestra poca capacidad para convertir información en conocimiento. Pondremos un par de ejemplos que ilustran ésto, antes de explicar las soluciones que desde aquí podemos aportar.
En éste artículo se habla del proceso que tuvo lugar en Colombia con la Fundación Omacha, para que las poblaciones locales sustituyesen unos hábitos insostenibles con el medio ambiente, por otros mucho más sostenibles. A modo de resumen, los delfines rosados eran capturados e introducidos en unas jaulas para que, al descomponerse, sirvieran de carnada a otros peces carroñeros que se vendían a modo de snacks en los mercados. Por otro lado, los peces mordidos por delfines en las redes de los pescadores, disminuían mucho su valor de venta, por lo que eran tiroteados por los propios pescadores, puesto que los consideraban sus competidores.
Si la situación hubiese continuado, el resultado habría sido muy dramático para las poblaciones de delfines de agua dulce, ya de por sí escasas o relícticas en algunas cuencas. Una campaña de educación llevó a poner en valor a los delfines vivos y, por otro lado, a ayudar a las comunidades de pescadores locales, que aprendieron a cómo aportar valor a sus economías.
En otro lugar no muy alejado del anterior, en la selva de Madre de Dios, el equipo de Arbio Perú, posee una concesión de casi 1000 hectáreas, que es gestionada de forma sostenible, produciendo riqueza y manteniendo un ecosistema funcional. Las selvas ecuatoriales intactas son una fuente de biodiversidad que está aún por estudiar y cuantificar.
La realidad es que, para conseguir maderas duras para hacer la tarima de suelos que van a los mercados de Europa y Asia, se talan ilegalmente miles de árboles que se han demorado cientos de años en crecer. Esta tala descontrolada es el principio del fin de la selva, puesto que una vez que se abre camino para talar a uno de estos gigantes, se abre una senda donde se caza y se talan otros árboles, acabando con el equilibrio natural de esa zona, que ha tardado millones de años en configurarse. Ningún proceso de restauración forestal será entonces capaz de volver a la configuración original de ese ecosistema, con todas sus interacciones.
Arbio Perú desarrolló un sistema de apadrinamiento de árboles singulares que integra rentabilidad y protección, poniendo en valor el estudio y la concienciación. Además, éste sistema es escalable al resto de concesiones forestales de la zona, beneficiando a cientos de propietarios.
En ambos casos observamos cómo unas prácticas totalmente insostenibles, son sustituidas por otras mucho más sostenibles y económicamente rentables a medio y largo plazo. ¿Podemos emplear esta información para que nos genere conocimiento?….
Decía el gran Antonio Blay, “lo que no se aprende por discernimiento, se aprende por sufrimiento”. Si no queremos que esto sea estrictamente así, deberemos emplear nuestro tiempo, recursos y dinero, para plantar cara a las consecuencias causadas por nosotros mismos.
Entendemos que ésto no se puede hacer de otra forma que no sea aceptar un estándar de vida donde se equilibren nuestras expectativas y la salud de nuestro entorno. Para ello, deberíamos poner el foco no sólo en lo que tenemos, sino también en lo que somos y damos. Dar tiene que ver con repartir, puesto que si no repartimos, los que no tienen reclamarán lo suyo y seguirá habiendo conflictos.
Si no tenemos clara cuál es la diferencia entre “lujo” y “necesidad”, seguirá estando de moda tener en casa un suelo de un árbol milenario, en vez de privilegiar la biodiversidad de unos ecosistemas de los que, entre otras muchas cosas, se obtienen principios activos que sirven como medicinas para mejorar nuestra salud.
CÓMO PODEMOS TOMAR ACCIÓN DESDE NUESTRO DÍA A DÍA
Aunque la Historia demuestra una y otra vez que las crisis rara vez tienen efectos pedagógicos, sino más bien al contrario, lo que estamos viendo en los medios de prensa es que, en éstas situaciones tan dramáticas, se muestra lo peor y lo mejor de nosotros. Por ello, nuestras prioridades deberían ser no dar lugar a estas situaciones, no agravarlas y estar bien preparados en el caso de que se den.
Teniendo presente que nuestro planeta recibe del sol una cantidad ingente de KWh y en consonancia con los objetivos del Ministerio para la Transición Ecológica, éstas serían algunas de las claves para “descarbonizar” nuestras economías y depender mucho menos de fuentes externas, para hacernos más resilientes a las crisis:
· Reducir en lo posible el consumo de energía, sin perjudicar nuestra calidad de vida.
· Mejorar la eficiencia energética, tanto a nivel particular como industrial.
· Aumentar la cuota de energía renovable consumida.
La situación actual ha puesto de manifiesto que se necesita un cambio social, estructural y tecnológico. Si bien es cierto que los cambios políticos requieren tiempo, a veces generaciones, pensar globalmente y actuar localmente es algo que podemos hacer todos/as en cualquier momento del día.
Si vives en una vivienda unifamiliar, plantearse poner placas solares para ahorrar en la factura de la luz, no sólo es una opción rentable, sino prioritaria. Si por el contrario vives en una comunidad de vecinos, ya es posible instalar paneles solares en las cubiertas y repercutir el ahorro de energía eléctrica en todos los vecinos y de esta forma ahorrar energía.
Desde Prointer Murcia queremos poner en valor la necesidad de sacar lo mejor de nosotros mismos, ya que la tecnología actual está suficientemente evolucionada como para producir energía sostenible y disminuir entre tod@s nuestro impacto en el planeta.